14-LA PLAZA DE LOS OLLEROS (I)


No crean los lectores que la apacible y coqueta plaza de los Olleros que ahora contemplamos fue siempre así de recoleta y tranquila, no, esta plaza desde tiempo inmemorial y hasta la década de 1940 tenía un aspecto muy diferente debido que, como se sabe, allá había una buena cantidad de talleres de alfarería de varios tipos.

Unos se dedicaban a fabricar el vidriado casero como pucheros, ollas, platos, lebrillos, cazuelas, jarras, bacines, y otras piezas menos usuales; también había otras alfarerías que se dedicaban a piezas más grandes como cántaros, orzas y tinajas; y luego estaban otros talleres, llamados tejares, que confeccionaban atanores, tejas, baldosas y ladrillos.

A todos estos alfares venían de fuera multitud de arrieros a hacer sus cargas para venderlos en infinidad de pueblos, por ese motivo se establecieron en la plaza dos posadas para ellos.


También estaban los molinos aceiteros de Gassó, Manuel de la Blanca, de la Mandrona, y el de Benardino, a los que acudían la mayor parte de los cosecheros de la ciudad.

A esto hay que añadirle los muchísimos vecinos que vivían hacinados en casi todas las casas, por lo que también se abrieron: panadería, mercería, carpinterías, varias tiendas de comestibles y otras tantas tabernas, donde tomaban los vecinos un vinillo acompañados de unos aperitivos muy diferentes a los de ahora, como: pájaros fritos, alcaciles, habas verdes, garbanzos torraos, papas cocidas y cosas similares; mientras jugaban unas partidas a las cartas, los campesinos que se hallaban en paro o los que no podían ir al campo por culpa de la lluvia.

Entonces, tanto la calle Valencia como la plaza de los Olleros, entre la vecindad, que iba y venía a sus menesteres o con sus cantaros y cubos a las fuentes de la plaza de los Olleros o a la Fuente Nueva; la mucha gente que bajaba a comprar cacharros; los arrieros que cargaban sus bestias con piezas de alfarería; aquellos otros que traían el barro de las canteras; los aceituneros que traían sus aceitunas y los campesinos, que iban y venían después de labrar sus fincas, la calle y la plaza se convertían un hervidero de personas. También pasaban grandes rebaños de cabras y ovejas que salían de la ciudad por la mañana para pastar de día y volver a la noche.

A falta de fotografías de la calle a continuación expongo las relacionadas con los alfareros; 1ª, Vista de Úbeda desde una alfarería; 2ª, el famoso Alfonso Góngora de la Paz “el Chato Guindilla” en su alfar; 3ª, un vendedor ambulante de vidriado con su burro; 4ª, los jóvenes alfareros Paco "Tito", Paco Garrido Garcia hijo de Bernardino el del molino aceitero y Juan "Tito", haciendo un bulto de cántaros y 5ª, a derecha María Góngora Ruedas, la otra es posible que sea su hermana.











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