22-LA FUENTE SECA (II parte)

 

Y ya que estoy con esta anchurosa vía pública, diré que en la casa que hace esquina con la Cuesta de la Merced, vivía Salvador Medina Juan, apodado “Enrea”, que estaba casado con Catalina Sánchez Díaz conocida por “Catalinilla” o “Catalinica”. Esta mujer, que fue mi vecina hasta su muerte, no tuvo hijos, por lo que heredó su patrimonio y fe en el Señor, su sobrino Manuel Sánchez Orcera, persona muy devota y amigo de hacer favores.

Catalina era pequeña de cuerpo pero grande en fe, bondad, amabilidad y cariño. Además tenía un don que todo el que la conocía quedaba prendado de ella y de sus consejos. Era vidente, pero no de esas de la bola de cristal ni de las cartas del tarot, no, ella para contestar a las consultas que le hacían miraba al cielo, pues sin cielo no veía nada, y en él ella encontraba la contestación a lo que le habían consultado. Las respuestas eran casi siempre certeras y sorprendentes, y la prueba de ello es que a su casa iban muchas personas de todas las clases sociales con preguntas y problemas de todo tipo. Otra cosa que hay que alabarle es que jamás cobró a nadie por sus consultas.

Yo nunca creí en lo de Catalina, pero después de la respuesta que dio a mi madre en tres ocasiones ya sí creo en sus predicciones y aciertos y pienso que cuando no acertaba no es que no viera lo que le presentaban, si no que debido a ser la pobre mujer analfabeta e inculta no acertaba a interpretar correctamente la revelación que a ella se le ofrecía.

Contaré solamente una que me afectó mucho.

Cuando yo vivía en Madrid, en uno de mis últimos viajes a Úbeda, se vino conmigo para trabajar allá mi antiguo compañero en el taller de Palma Burgos, Marcelo Góngora Ramos. Yo le busqué trabajo y pensión y los días festivos salíamos juntos. Un día recibo carta de mi madre en la que el asunto principal era: Que dónde iba el domingo paseando por una alameda con otro hombre y dos muchachas muy feas, que vaya un gusto que tenía, que no me daba importancia, y que si patatín, que si patatán. Yo me quedé perplejo con aquello, pues la cosa era cierta, pero no llegaba a comprender que mi madre supiera eso. Y es que era verdad, Marcelo y yo íbamos paseando por El Retiro, y acosando a preguntas a las dos únicas muchachas que vimos sueltas, que por cierto eran muy feas y no querían conversación. Así que como como yo de pronto me puse indispuesto, las dejamos. Luego yo a fuerza de insistir a mi madre sobre quien le informó de aquello, me dijo que se encontró con Catalinilla y, como siempre que la veía le pedía que mirara a ver cómo estaba su “nene”, la buena mujer miró al cielo y le dijo que yo iba por un sitio que había muchos árboles con un hombre y dos muchachas muy feas.

En la 1ª foto Catalina “la Vidente”; en la 2ª foto reunión de mujeres en la puerta de Catalinilla. Es muy probable que le estuvieran consultando algo, si se mira bien está delante de una vestida de negro por eso no se apercibe.









Sigue……

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