24-LAS CAPACHERAS

 


Ahora hablaré de la industria que tenía Félix Arce Alises en la Calle del Losal. Yo recuerdo que recibían camiones de haces de esparto los cuales iban entregando a las mujeres que trabajaban para él confeccionando capachetas, capachos, capachos de vuelta y capachos de doble cara, pues de todos ellos se hacían.

Margarita Copado Barranco, laborando con una vecinas en su casa de la calle Valencia, la niña es Desi González Mora.



Mi madre fue una de esas capacheras, ella decía que con lo que ganó de soltera confeccionando este artículo se hizo la dote. De casada también lo hacía para ayudar a los gastos de la casa. Igualmente ganó para hacerle la dote a mi hermana y también lo hizo para pagarme los estudios de radiotécnico, por correspondencia en Escuela Radio Maymo, que me encapriché en hacer.

La elaboración de los capachos empezaba por meter el esparto varios días en agua para que pusiese blando (a esto le dicen cocerlo y cuando se sacaba el agua olía pésimamente), seguidamente cogían un manojo lo liaban en una rodilla, se lo ponían debajo del brazo y empezaban con la elaboración y en cuestión de unas seis horas el capacho estaba terminado. El manejo del esparto tenía el riesgo de pincharse mucho los dedos y alguna vez en la cara u ojos.


Capacheras en la calle Llana de San Millán.


La capachera Consuelo de la Cruz Martínez exhibiéndose en una exposición de artesanía





En la casas de vecinos las capacheras solían ponerse en el portal o el corral o en otro sitio, pero lo más común es que fuese en la cocina y así, a la vez que trabajaban, podían echarle un ojo al puchero.

Fábrica de capachos de la viuda de Nicolás Martínez en la calle Prior Monteagudo o Arroyo de Santa María.

La entrega de lo confeccionado creo que era una vez o dos a la semana, y en esos días, la calle del Losal era una autentica procesión de mujeres. Pero ocurría que al entregar los capachos estos eran pesados y tenían que dar lo que pesaba el haz entregado más el agua empapada por este. Y cuando los encargados de recibir y pesar los capachos veían que faltaba peso, se armaba la marimorena, pues él decía que se habían quedado con esparto, la otra decía que no y empezaban las voces y en algunas los llantos.


Dos capacheras llevando sus capachos a la nave de “Pajarito”, detrás se ve el grupo escolar del Cristo del Gallo.


Capachos puestos al sol para su secado en dicha calle Arroyo de Santa María.  

Ídem.





También con alguna mujer había bronca porque decían que no estaba bien “remetíos” y a algunas les hacían que se los llevaran, los desarmaran y los hicieran de nuevo más apretados, ¡aquello para la capachera era desolador! Sobre la falta de peso diré que, como la mayoría de las capacheras tenían muchas necesidades, miraban de quedarse con un poco de esparto y cuando tenían bastante para hacer un capacho lo vendían a gente que se dedicaba a comprar los capachos hechos con esparto sisado y con lo recibido ya tenían para algo más.






Al igual que había chiquillos que cogían las colillas para desarmarlas y vender el tabaco que resultaba de ellas y otros recogían el estiércol por las calles para abonar su pequeña finca, también los había que iban por las calles buscando los pocos espartos que se le caían a las mujeres de los haces. El caso era aportar algo a la precaria economía de la casa.


Capacho con vuelta

Capacho normal


Tengo que decir que las fotos que hasta ahora he puesto y las que pondré en todos mis trabajos algunas son hechas por mí y las demás son facilitadas por José Luis Latorre Bonachera, Diego Godoy, Juan Antonio Soria Arias, Pedro Mariano Herrador Marín, otras muchas se las he copiado al gran coleccionista de fotos antiguas Gabriel Delgado Juan y otras son de internet. Gracias a todos ellos.

Juan Gabriel Barranco Delgado
Úbeda, Reino de Jaén a 19 de febrero del año 2019

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