32- EL PRECIOSO
Este artículo ya fue publicado en 1997 en la revista Gavellar, nº 244.
Con el presente trabajo quiero rendir homenaje a un humilde personaje del barrio de San Millán, cliente mío, ya difunto, cuyo nombre es José Ramón Benito López, apodado "el Precioso".
José Ramón acude a mi establecimiento desde hace varios años cada día, mañana y tarde, para hacer su compra y consumirla en los portalillos si es verano, y dentro de la tienda en invierno. A él tengo que agradecerle su visita por dos razones: primero, porque estando ciego, tiene la voluntad de venir desde la Fuente de la Mandrona a mi negocio, haga frío o calor, llueva o nieve; y segundo, porque sus informaciones sobre cosas, personajes y apodos de Úbeda, me han hecho ser conocedor de tal cantidad, que podría escribir muchas páginas de un libro.
Dice nuestro personaje que cuando murió su madre, él, que es el tercero de los hermanos, tenía unos siete años, por lo que se hizo cargo de ellos su abuela paterna. Cuando ésta murió él rondaba los trece años, casándose su padre con la tercera. Esta nueva madre le mandaba al campo a que buscara leña o astillas y como no le daba nada para comer, tenía que alimentarse de majoletas, endrinas, mermeces, aceitunas pasas, cardillos de olla, tetillas de vaca, tronchos de jamargos y otras plantas y raíces comestibles, y algún que otro producto de las viñas o huertas, "que se pusiera al hilo", y se pudiera coger sin ser visto por su dueño o guarda rural, pero como la mayoría de los días eso no le saciaba el hambre, tenía que pedir por las casas cantando esta canción:
“Si usted me da una limosna le canto con alegría las penas de San José y de la Virgen María. Seguido de un, ¿Hermana, espero?"
Pero un día, harto de aguantar aquel injusto proceder de la madrastra, se rebeló contra ella y después de una airada discusión optó por abandonar la casa, refugiándose de noche, para dormir junto con otros tres, dentro del viejo quiosco de la música del Paseo del Mercado, sin más ropa para cubrirse que unas mantas que le dio el doctor don Guillermo Rojas Galey.
Más tarde empezó a ganar algo ayudando en la fabricación y venta de garbanzos "tostaos" a Juan Sánchez Ruíz, conocido por "Juanillo el Garbancero". Este negocio consistía en ir por las calles pregonando el producto para venderlo, o bien cambiar una medida "rasa" de garbanzos tostaos por otra colmada de garbanzos crudos. Este negocio no era muy sustancioso, pero sí le dio a Juanillo para criar a sus doce hijos.
Después trabajó con los alfareros y en las tareas del campo, y así estuvo trapicheando hasta los diecisiete años que se colocó a trabajar en el Cortijo de la Triviña, en donde, entre otros menesteres, estaba encargado de ir a Úbeda a por los alimentos y otras cosas necesarias para la finca y el personal, obteniendo en poco tiempo la confianza del dueño, debido al celo y honradez que demostró en todo aquello que le encomendaban.
Dentro de la amarga vida que padecía nuestro personaje había un pasatiempo que le entusiasmaba y le hacía feliz, éste era tocar el cornetín en la banda de la Cruz Roja. Afición que le fue muy valiosa a la hora de prestar el servicio militar, pues cuando le tocó ir a Cerro Muriano, su jefe don Pedro Rivas, valiéndose de sus grandes influencias, le dio una recomendación para sus superiores y gracias a ella sólo estuvo allí tres meses ejerciendo de cornetín de órdenes. Pasado este tiempo volvió de nuevo a la Triviña, donde tras permanecer cuarenta años, tuvo que dejar de trabajar debido a una enfermedad que le iba apocando la vista.
Cuenta que todas las privaciones y escaseces que padeció en tiempos anteriores se le acabaron cuando encontró ese empleo fijo, pues todo el dinero que ganaba se lo gastaba los días que le tocaba holgar, yendo de juerga las noches enteras de bar en bar, por lo que cogía unas cogorzas de padre y muy señor mío.
Después le vino esa cruel enfermedad, y aunque no puede ir de un lado para otro, se conforma con ir al Hogar del Pensionista y venir a mi tienda, mañana y tarde, para charlar un rato y comprar cada vez un litro de vino para, como él dice, "tocar el cornetín" y volver después a su casa con su hermano Bartolo, que también está invidente, como él, y con su hermana Teresa, que los cuida y es soltera como ellos, la cual, desgraciadamente, también lleva el camino de quedarse de la vista como sus hermanos están.
Esta es, a grandes rasgos, la triste historia de mi amigo "el Precioso".
Juan Gabriel Barranco Delgado
Úbeda, Reino de Jaén a 18 de abril del año 2019
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