LAS IMÁGENES DE SAN JUAN BAUTISTA

 

La parroquia de San Juan Bautista era un barrio que había a continuación del de San Millán y que no hay que confundir con el de San Juan Evangelista, pues ese estaba por debajo de la calle Prior Monteagudo, de la que solo queda en pie y en atrevido equilibrio parte del ábside de la iglesia.

La de San Juan Bautista ya he dicho que estaba a continuación de San Millán, y su feligresía vivía a finales del siglo XVI en las siguientes calles: de las Morenas, del Silencio, Algarabía, Serranos, Peñascos, de la Fuente, Higueruela, Horno, Don Tello, Portillo, Iglesia, Calzada, Francisco Díaz, Juan Cano, Bartolomé Sánchez, Marcos Rodríguez y Juan de la Torre. En 1634 sólo quedaban sólo las calles: Portillo, Don Tello, Moral, Iglesia, Calzada y Francisco de la Torre.

Como desde antes del año 1800 los habitantes de esta parroquia del Bautista se fueron desplazando a la parte alta de la ciudad, poco a poco, ello significó un empobrecimiento del barrio y, por consiguiente, el de su iglesia. Es por ello que cuando el gobernador visitador del obispado de Jaén vio el templo y apreció el deterioro y peligro que presentaba para los feligreses, dirigió el 20 de junio de 1800 al juez eclesiástico de Úbeda un comunicado en el que ordenaba que las imágenes, retablos y campana fueran trasladados a la parroquia de San Millán y sus feligreses fueran agregados a la misma.

Para efectuar dicho traslado acordaron hacerlo el día 25 de junio. Pero sucedió que los feligreses de San Juan no aceptaron esta decisión del obispado y se sublevaron impidiendo lo ordenado por el obispo. Viendo los parroquianos que no habían actuado correctamente, enviaron al Ayuntamiento una súplica en la que se disculpaban de su comportamiento y pedían que no se cerrara la iglesia, pues estaban dispuestos a pagar los gastos de las obras aunque tuvieran que pedir limosnas. El Ayuntamiento después de estudiar aquel ruego se dirigió al Obispo de Jaén pidiéndole que suplicara al Real Consejo de Castilla para que no se cerrara aquella iglesia. Pero no sería el informe del obispo muy convincente, puesto que el Consejo de Castilla contestó el día dos de marzo de 1803 que para sobrevivir esta parroquia de San Juan Bautista debía agrupase a la de San Millán y así se hizo.

A continuación expongo resumidamente cómo se desarrolló aquel conflicto del cual tengo constancia gracias al expediente judicial que se hizo del caso y que se conserva en nuestro Archivo Histórico Municipal.
Para cumplir esta orden del obispado cinco días después se juntaron en la iglesia de San Millán el notario apostólico, el prior de la misma Francisco José Lorite, que vestido con capa pluvial, cruz parroquial y acompañado de monaguillos con sobrepelliz más varias personas con luces, junto con el aguacil mayor y algunos números de su cuerpo, se dirigieron a la de San Juan Bautista.
A poca distancia del templo vieron que tanto en la calle como en los solares de casas hundidas y bocacalles había bastante gente de ambos sexos esperando los acontecimientos. A mediado del camino llegaron algunos hombres que le previnieron de que en las inmediaciones de la iglesia se hallaban muchas gentes en su mayoría mujeres de la misma feligresía, armadas de algunos instrumentos y resueltas a impedir el traslado. No temerosos, la comitiva siguió por entre el bullicio llegando a la lonja de la repetida iglesia donde se encontraron agarradas a sus puertas cinco mujeres armadas con un hacha, dos chuzos, un escardillo y una almarada, como de media vara de largo, y a corto tiempo se le agregó otra y todas en voces desentonadas decían a un tiempo que en modo alguno se abrirían las puertas porque al que se acercara lo habían de destrozar.

Ante aquel problema los señores vicarios y el alguacil mayor en tono amistoso se dirigieron a las mismas haciéndoles ver que era una orden del rey que tenían que cumplir y que el no obedecimiento les podría llevar a la cárcel. Esto en vez de amedrentarlas le infundió mayor furor y hacían demostraciones vehementes de hacer uso de los dichos instrumentos, sobre todo la que tenía la almarada, que amenazaba a la tropa. Y el comité pensando que entre tanto público habría más gentes que se sumarían al motín acordaron retirarse a la parroquia de San Millán.
Después se averiguó que las referidas seis mujeres eran: Ana de Quesada, viuda; Joaquina de Quesada, conocida por “la Chusca” en cuyo poder estaba la almarada; Úrsula de la Parra, mujer de Juan de Mora; María Ignacia de Quesada, Mónica Martínez, mujer de Francisco Serrano “alias el Guindo” y María Martínez, soltera y todas ellas parroquianas de San Juan Bautista. El hacha, un escardillo, un chuzo y la almarada, quedaron custodiados en la sacristía de San Millán. Y ellas fueron encarceladas y confiscados sus bienes.

Juan Gabriel Barranco Delgado Hasta el domingo…..
Úbeda, Reino de Jaén a 11 de abril del año 2019

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