35-MIS RECUERDOS SOBRE PALMA BURGOS (y 2ª parte)

 

...y eso era verdad, como también lo era que cuando tenía dinero todo el mundo cobraba y era invitado por él. Pues recuerdo que cuando ya estaba próxima la terminación de los tronos mencionados, los empleados nos quedábamos trabajando hasta la noche, y él, para suavizar aquellas largas jornadas, me enviaba a la tienda de “Periquillo” a por chorizos, pan y vino para invitarnos, y cuando se acabaron nos pagó una opípara comida campestre en la Yedra, a la cual fuimos andando en animada charla y juego.
Otro domingo nos invitó de nuevo a comer, esta vez al santuario de la Virgen de la Estrella. Pasadas esas fechas, don Francisco me pidió por favor que a partir de entonces fuera a su casa a hacerle los recados a su señora, aquello no me agradó, pues a mí me gustaba aquel ambiente de artistas, pero accedí sin rechistar. La esposa, cuyo nombre es María Luisa Maresca, estaba acompañada de su hijo Paco, su madre y su tía. Era una mujer alta, recia, rubia, guapa y seria, pues en casi dos años que le serví apenas me dio conversación, salvo alguna excepción . Sólo en algunas ocasiones la oí cantar dos canciones, y tanto me impresionó esto, que aún recuerdo que una de ellas era “Cocinero, cocinero”, de Antonio Molina, y la otra “Me voy al pueblo” de Los Panchos. También era muy señorona, pues jamás salía de su casa si no era con su esposo, con el que, según pude ver, no se llevaba del todo bien. Como no tenía teléfono, yo le buscaba todo lo que necesitaba, lo cual me costaba pasar allí casi todo el día. También tenía a su servicio una señora para la limpieza y lavado, otra para la plancha y la costura, una modista y un profesor para el hijo. Ella sólo hacía la comida, pero cuando le parecía pedía que se la trajesen del Bar-Restaurante Levante, que entonces estaba enfrente, o bien se iban en su “Biscuter” a comer al Parador de Turismo u otro sitio. Esto ocasionaba que yo tuviese que ir un día sí y otro no al Banco Central a cobrar un cheque de quinientas pesetas, cifra astronómica por entonces.
La casa tenía agua corriente en cocina, baño y lavadero, pero no era de la calle, sino de un depósito que tenía en la terraza, el cual se llenaba con el agua que una vieja bomba de manivela sacaba de un pozo que había en el patio. Como dicha bomba perdía por todos lados, para llenar el depósito tenía que darle al mencionado artilugio dos o tres horas diarias, por ello, cuando oía abrir un grifo parecía que me sacaban las entrañas. Así estuve casi dos años, hasta que un día me negué a pintarle la puerta de la calle, y ya no quiso que fuese más, decisión que me vino de perlas.
Volviendo al taller voy a recordar algunas cosas de allá. Recuerdo que dándole el yeso al moldurón del trono del “Borriquillo” veía tallado junto a la ventanilla del conductor un besuguete y una gamba, interesado por saber el motivo, le pregunté a don Francisco y él me contestó que lo había hecho grabar en homenaje a don Pedro Parra López, que fue el primer presidente de la Cofradía, el cual se dedicaba a la venta de pescado.
Una cosa que me causó pena fue lo siguiente. Don José María mandó forrar con tableros de contrachapado las tres estancias del estudio y los cubrió con fotos, bocetos, planos y artículos de periódicos que hablaban de los trabajos de don Francisco. Aquello estaba muy acogedor, también recopilaba en un álbum fotos de todos los trabajos realizados; pero cuando el dinero escaseó, los tableros se fueron quitando poco a poco y aquello volvió a su primitivo y triste estado. Esa misma escasez de medios originó que don Mario se marchase al Brasil y don José María a Madrid.
También recuerdo las siguientes anécdotas: Un día que faltaba no sé qué tipo de madera noble para terminar un trabajo, Espino se lo dijo a don Francisco y éste le respondió que lo hiciera con otra, a lo que Espino respondió: “Ay que pillín es usted, don Francisco”. Calificativo este que allí se hizo muy popular y que repetíamos cada vez que alguien hacía algo reprobable.
Otra vez sucedió lo que sigue: cuando don Francisco tenía casi acabado un relieve en barro de las Ánimas, los tallistas Orcera y Seba le pusieron a los ángeles unos enormes falos e invitaban a los demás a que entráramos a verlos. De pronto llegó don Francisco con don Manuel y otros señores, y al ver don Manuel aquello, salió enfadadísimo y me preguntó quién había sido el autor, le dije que no lo sabía y me contestó que me fuera a la calle porque estaba despedido; lo mismo hizo con otros seis o siete. En vista de la situación salieron los autores de la broma y les dijo que estaban despedidos y que los demás podían volver a sus puestos, pero el enfado le duró poco porque al día siguiente los admitió de nuevo.
Estas son, a grandes rasgos, mis vivencias en aquel entrañable taller que tantas obras de arte dio a Úbeda y a otros pueblos de la provincia. Vaya también mi mejor recuerdo a aquellos compañeros de los cuales seis ya son difuntos y otros tantos residentes en distintas ciudades del país.












Fotos 1ª y 2ª, excursión a la Virgen de la estrella el 29-4-1956






Fotos 3ª y 4ª, don Francisco con su Biscuter y otra en años posteriores




Foto 5ª, casa donde vivió don Francisco ya desaparecida




Foto 6ª, graciosísimo soneto de don Marcos Hidalgo Sierra dedicado a don Francisco Palma, en el que el clérigo deja ver los apuros que sufría para cobrarle el alquiler de la iglesia de San Lorenzo.








Juan Gabriel Barranco Delgado
Úbeda, Reino de Jaén a 23 de abril del año 2019

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