50-PAPELETA DE EMPEÑO
Los que rayamos los ochenta aún recordamos el Asilo de Ancianos de las Hermanitas de San José, pues estuvo en pie hasta 1980. También recuerdo que el sacerdote que en mi niñez decía misa en la capilla de allí, era bajito y llevaba un sombrero con cordones a modo de capelo. Los niños del barrio cuando lo veíamos de lejos salíamos corriendo a besarle la mano y él para engolosinarnos casi siempre nos daba un caramelo a cada uno y otras veces una estampa.
Bueno pues resulta que las pertenencias de este buen hombre (cartas, papeles, sobres, libros, periódicos, medicinas y otras cosas más) las guardaba en un pequeño cajón o baúl y antes de fallecer se lo dejó a un tal Juan Fernández, que vivía en la Plaza de Josefa Manuel. Éste Fernández a su vez se lo dejó a su vecino, uno de los Hermanos López, los de los colchones de la calle del Carmen. Y finalmente este López lo guardó en un rincón de la nave en donde tenían la confección de somieres.
Los sucesores del señor López, una vez fallecido éste, hicieron unas obras en el local y el contenido de aquel recipiente fue a parar al contenedor de los escombros. Pero dio la casualidad que yo pasé por aquel lugar camino de mi casa y al ver todo aquello revuelto con escombros me puse eufórico de alegría y todo lo que pude lo metí en varias bolsas y me las lleve a mi establecimiento. Es seguro que quedaron más cosas, pero no era cuestión de vaciar el contenedor. Después, todo emocionado me dediqué a limpiar el polvo a todo aquello y mirarlas y leerlas detenidamente. La verdad es que para mí todo era muy interesante.
Había un libro de cuentas de la iglesia de San Pablo y otro en donde venían registradas con fecha y lugar todas las misas que aquel sacerdote celebró desde que se ordenó hasta su jubilación. Estos dos libros los entregué al párroco de San Pablo para su archivo.
También había una buena cantidad de periódicos nacionales muy antiguos, estos los ofrecí a la Hemeroteca Nacional por si no los tenían y como no contestaron pues los entregué a don Salvador Contreras Gila, director bibliotecario del Instituto de Estudios Giennenses para el archivo de allá.
El resto de cosas las guardo con mucho cariño. Una de esas reliquias es una papeleta de empeño, que aunque tiene pocas letras yo leo en ella muchas cosas y a la vez me ocasiona una honda meditación cada vez que la leo. Pero veámoslo por partes.
Primeramente este viejo papel nos dice que el empeño fue el día 21 de septiembre de 1923, fecha muy próxima a la feria de nuestra ciudad.
Otra cosa que nos aporta el menguado documento, es un dato del que no teníamos noticias en Úbeda, resulta que esta papeleta pertenecía a la Caja de Préstamos titulada El Crédito Ubetense, que estaba situada en la calle del Trillo, nº 10.
El contrato consistía en llevar una prenda, o joya, u otra cosa cualquiera de valor, la cual tasaba el prestamista y lo calculado de su valor lo entregaba al cliente. También se estipulaba el tiempo concedido para su recuperación cobrando por ello un interés, pero si pasado el tiempo estipulado el cliente no entregaba el dinero prestado más el interés que hubieran pactado, los prestamistas se quedaban con el objeto y luego lo vendían por más cantidad de la que habían entregado al necesitado dueño. Así funcionaba este tipo de negocio.
Queda por último dar el último dato de la papeleta. Esta iba a nombre de Pablo Jurado, el cual había empeñado una chaqueta por la que le habían entregado cuatro pesetas y cincuenta céntimos. Y aquí vienen mis cavilaciones: ¿Qué motivo tenía este hombre para empeñar la chaqueta? ¿Cómo es que la empeñó estando la feria tan cerca? ¿Para qué empleó aquel señor ese poquito dinero? ¿Para pagar a un médico y comprar medicinas? ¿Para ropa o comida de sus hijos? ¿Para pagar los atrasos del alquiler y evitar que los desahuciaran? No lo sabré nunca, pero me agobia pensar que la sola acción de empeñar quizás la única prenda de vestir que tuviera, es porque se encontraba en una situación muy angustiosa.
Y lo peor es que no es solamente esa papeleta la que me entristece, sino el ver que aquellos tiempos debían ser caóticos porque ese resguardo que tanto me atribula y acongoja lleva la cifra 15.920, lo que indica que casos como el de Pablo Jurado los había a miles. ¡Pobre gente cuanta miseria arrastraba!
Juan Gabriel Barranco Delgado
Úbeda, Reino de Jaén a 7 de julio del año 2019
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