51-RECORDANDO NUESTRO COMERCIO E INDUSTRIA (1ª parte)


Esto fue publicado en 1995 en la Revista de la A. V. Santa María, nº 6.
Y en 1996 en la Revista Gavellar, nº 234.
En un trabajo futuro trataré del pasado esplendoroso de la parroquia de Santo Tomás Canturiense, en este voy a extenderme a la de San Pablo, para recordar el comercio y la industria que en estas dos parroquias he conocido en estos últimos cincuenta años.
Empezaré por las tiendas de comestibles, que son los establecimientos que más visitamos desde bien pequeños, bien sea acompañando a la madre, o yendo a por algún «mandao» que ella necesitara o a gastarnos la «perrilla» o «perragorda» que rara vez pillábamos, en las escasas golosinas que por entonces había.

De estos establecimientos recuerdo los de Antonio Navidad Gómez «El Gafas» y Emilia Vallecillo Olmedilla «la Sombrerera» en la Cuesta de la Merced; el de Margarita Barranco Delgado, mi hermana, en la Cuesta del Rosal; la de Misericordia en la calle del Carmen; la de Manuel Correro en la calle San Juan de la Cruz; en la calle MatiIlas la de Mariana Cortés, madre de María «la Dientona», que ha sido otra famosa tendera; la de Francisco Gómez en la calle de las Parras; antes la tuvo en Baja del Salvador; la de Juanito Herrador en el Paseo del Mercado; la de Domingo López «Ojetillo» frente al Parador de Turismo; la de su hermano Simón al final de la Rúa; y por último la de José Salido Fernández en los portalillos del Paseo del Mercado. De estas dos últimas recuerdo que eran tiendas con escaparate, los cuales era una delicia para los chiquillos, pues sus dueños colocaban los artículos con tanto arte y maestría, que nos hacía un gozo enorme pararnos para ver su anhelado, sabroso e inalcanzable contenido. Recuerdo que para la época de las matanzas ponían muchos saquillos y platos colmados de todo tipo de especias para condimentar embutidos, y en el centro ponían una bonita figura de un matarife matando un cerdo. También disponían los establecimientos de los útiles necesarios para estos menesteres, calderas, maquinilla de picar y el arte de embutir. Poco tiempo duraban estos artículos en el escaparate, pues rápido llegaba la Navidad, y aquello se ponía «atestao» de artículos propios de esos felices días, y allá permanecíamos los nenes largos ratos haciendo cábalas de cuanto de todo aquello seríamos capaces de comernos. A los pocos días otra vez volvía a cambiar y exponían montones de chucherías y golosinas propias del día de Reyes.














 




Las fotos de tiendas de comestibles son de: “Coleto”, Simón López y Pepe Salido, otra que desconozco


Otros negocios de venta muy frecuentes eran las panaderías, una de ellas estaba situada en la Plazuela de los Olleros, cuya propietaria era Paquita Bellón; una hermana de esta, Ana María Bellón, tenía otra en la Calle Sabanillas; otra fue la situada en la Calle Horno del Contador, propiedad de los hermanos Pedro, Damián, Juan e Ignacio Martínez Rascón; en la calle Matillas estaba la de Juan Pérez «Bizcochón»; Melchor Quero junto a su mujer Pepa tenía otra en la Plaza del Padre Antonio. En este horno trabajaba como empleado Juan Sierra Pérez, el cual, después de su jornada confeccionaba diminutos ochíos y piquitos crujientes de la misma masa, y ayudado por su hijo Pablo los vendía por los bares, tabernas y futbolines; y por último en la calle Horno de San Pablo estaba el horno de Lorenzo Quesada, hijo de Isabelica. Este horno, sin duda es el más antiguo de la ciudad, y a lo largo de su dilatada historia se encuentran como propietarios del mismo a varias familias francesas, la última de ellas fue los Martel, por ello es que si de mí dependiera, haría todo lo posible por conservarlo y establecería en él un Museo del Pan, pues sabor, empaque e historia tiene sobrada para ello. Recuerdo que en las grandes solemnidades como Semana Santa o Navidad estos negocios eran un auténtico hervidero de mujeres, pues todas llevaban a cocer en latas, los dulces caseros propios de estas fiestas, que ellas ya habían confeccionado en sus casas. El resto del año también solían ir las que disponían de los artículos necesarios, a que le confeccionaran su pan, tortas, ochíos u hornazos, y temiendo de que le cambiaran o le quitaran algo de harina o del aceite, estaban allí presentes hasta ver terminado el producto, y para que no se lo cambiaran les marcaban con un anillo, llave u otro objeto; los huevos también los reseñaban con su nombre para evitar la picaresca de que los cambiasen por otros más chicos.







Las fotos de panaderías son de: Villacarrillo y Balaguer (Lérida)






Adjunto también la imagen de un vale de pan para justificar que en la dicha calle Matillas hubo una panadería. Me falta la foto de los que vendían pan con una bicicleta con un cajón delante.










Seguirá el domingo.

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