72-LA MESA CAMILLA Y EL BRASERO (1ª parte)
Ahora que ya se aproxima el frio es tiempo de poner la calefacción, pero hay otro mueble histórico y tradicional en la casa del que todos hemos disfrutado y del que aún es casi imposible hacer dejación de él. Ese trasto es la mesa camilla, la cual variaba su tamaño según lo numerosa que fuera la familia. Su uso se remonta a tiempo inmemorial. Es el útil más usado de la casa, en él se hacían múltiples labores como comer, escuchar la radio, pasar las horas de comadreo, contar cuentos o historias, jugar a las cartas, etc., etc. Otra utilidad que tenía además de calentarnos, era secar la ropa encima de la alambrera o bien colgada en una cuerda que se ponía de lado a lado, también había mesas que tenían en la parte superior un cajón en el que el fondo era un enrejado de cuerdas o alambre donde se ponía la cena y allí se calentaba, también había mesas con dos alas plegables.
Cuando hacía frio sentarse en la mesa camilla y calentarse en el brasero después de llegar de la calle o de hacer las faenas de la casa, era la acción que se hacía quizás con más deleite, pues además de hacer un alto en el diario quehacer, su reconfortante calor lo recibían con delicia los abuelos, los padres, los hijos, las visitas y las parejas de novios.
En este popular y útil mueble se arrebujaba toda la familia y disfrutaba con delicia de sus calores y descanso, pero debido a las licencias que algunos novios se tomaban llegó a ser motivo de un despectivo dicho que decía: “Tiene menos vergüenza que una mesa camilla”. Esa mala fama claro está le viene por la acumulación de hechos amorosos impropios del lugar que se cometían, pero claro, la fogosidad y la incontinencia de entonces llevaban a hacer a los novios cosas reprobables en aquellos tiempos. Veamos dos casos que yo recuerdo:
El primero fue el de un novio del que no llego yo a comprender por qué motivo estando sentado en la mesa camilla y las manos debajo de las faldillas, disimuladamente se desabrochó la bragueta, pero cuando se abrochó, como lo hizo a tientas y ocurrió que en vez de meter el ojal del pantalón en el botón, lo que metió fue un agujero del encaje del tapete, y cuando el hombre se levantó para irse, resulta que tiró del tapete de la mesa y volcó el botijo y no veas el estropicio que armó. No cabe duda que el hombre no entró a la casa a calentarse en todo el resto del invierno.
Este otro caso ocurrió en mi familia: resulta que el novio que se quería ya marchar, no sé por qué motivo, en vez de decirle a la novia que quería irse, este se lo indicó presionando con su pie al de la novia, como la novia no reaccionó, pues volvió a pisarla y como no se daba por entendida de nuevo presionó el pie. Pero resulta que los pisotones no se los estaba dando al pie de la novia sino al del suegro y este que era muy serio y recto dijo: “Mariano deja de pisarme que no soy una gallina”. Y es que mi tío debido a un accidente que tuvo en la guerra civil le quedó la pierna tiesa y claro llegaba al otro extremo de la tarima. Ya se pueden imaginar la vergüenza y el rubor con que el novio se marchó aquel día. Y ya con esto acabo hoy, en el próximo escrito trataré del brasero.
A continuación aporto fotografías de las diferentes tipos de mesas camilla.
Juan Gabriel Barranco Delgado
Úbeda, Reino de Jaén a 24 de octubre del año 2019.






Interesantes anécdotas. Gabriel eres un magnífico recolector de historias ademas de ser un excelente narrador de chistes, siempre te recordamos como nos hiciste reir que nos dolia la barriga en una excursión a Castellón donde te conocimos en esa faceta admirable.
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