46-LAS CRUCES EN ÚBEDA (I parte)

 En no muy lejanos tiempos las personas estaban tan impregnadas de las cosas de Dios que se puede decir que no había acción del día o suceso en el que no se invocase su ayuda o intervención o bien la de su hijo Jesucristo, o la de su madre la Virgen María o algún santo intercesor al que pedir mediación para sus problemas.

Pues además de las misas de guardar había rosarios de la aurora, el mes de María, triduos, quinarios, novenas, festividades, procesiones, retiros, convivencias, etc.
Y es que el creyente desde su nacimiento ya empezaba a cristianizarse con el bautismo, luego la primera comunión, la confirmación, la boda, las velaciones de casamiento, misa de entierro y misas de difuntos. La mujeres como no iban a los entierros se quedaban en casa con todas las demás y ellas hacían rezos del rosario durante días. Para ello solían llamar a alguna señora de las que se dedicaban a este menester. La última fue una señora llamada Simona Barrios, que también daba clases a niños en el barrio de las Canteras.
Otra prueba de religiosidad es que las mujeres cuando daban a luz estaban cuarenta días sin salir a la calle y la primera salida que hacían era para oír misa y dar las gracias a Dios por su feliz alumbramiento. Los bebés nada más nacer, la madrina o quien fuese, le regalaba una medalla con alfiler para el pecho para librarlo del mal de ojo. Ya en la comunión le regalaban la medalla que llevaría en su pecho toda su vida. Otra cosa que se llevaba era los escapularios.
También cuando un miembro de la familia o allegado padecía una grave enfermedad, se solía rezar y ofrecer al santo de su devoción ponerse durante un tiempo o toda la vida un hábito del color del santo o cofradía favorita, o poner velas, o hacían promesas de ir descalzas en una procesión, o hacer un recorrido de rodillas. Esto se ve mucho en el santuario de la Virgen de la Cabeza.



En las viviendas solía haber fanales con imágenes, crucifijos en los dormitorios, en las mesitas niños Jesús, cuadros de santos por la casa y en el comedor una santa cena que podía ser de estampa o de relieve.






También en la puerta del piso solían poner una placa de porcelana con la imagen del Sagrado Corazón.




Tiempos más atrás los pudientes mandaban grabar un emblema religioso en el dintel de su puerta o hacían hornacinas en las fachadas para poner las casas bajo la protección de la imagen o signo de su devoción. Y en el mes de María los niños hacían un altar en su casa en donde ponían una imagen o estampa.








Sigue el jueves.

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