Un cachorro de tren que no ha crecido
Y juega cuesta abajo, a ser expreso Y retoza travieso
Con saltos de potrancos y mucho ruido,
Cabeceos de barco sorprendido
Por un tifón en mares de la China;
Montaña rusa en feria pueblerina;
Tobogán en que va la vida expuesta;
Y al subir una cuesta
Perezosa carreta de barcina.
A veces descarrila pero en broma:
Lo hace por imitar con más justeza
Los trenes de verdad que ve en Baeza.
Él es sólo… Tranvía de la Loma.
¡Qué Tristeza!
Y qué envidia también. ¡Ah! Si lograra
El milagro de algún santo mecánico
Hacer que su chatarra se tornara
En un tren aerodinámico…!
En lugar de arrastrar sucios cajones
--que esto son sus vagones—
Llevaría orgulloso tras de sí
Coches con restaurant y Wagons-Lits.
Y en cabeza del tren para su ornato.
Sin trole ni campana,
(que pregona a veces sin recato
Su condición urbana)
Una máquina chata y con silbato
Nacida en una fábrica alemana.
Su humildad le entristece y su pobreza
Le avergüenza de un modo tan profundo
Que muchos días huye con presteza
De la Estación de Baeza,
Sin esperar al rápido segundo.
No es la Empresa ni el Jefe quien dispone
Que a los pobres viajeros se abandone
A la injuria del tiempo en los andenes
--Rusia en invierno y África en verano—
La culpa es sólo de él, que al ver los trenes
Irritado se azara y se descompone
Y no hay poder humano
Que lo sujete, cuando arranco huido,
Porque el pobre va herido
En su amor propio de tranvía urbano.
Teme el viajero con razón sobrada.
Las gentes que transporta
No le dispensa nada;
Llevan siempre consigo muchos bultos,
(Que él paciente soporta)
Más lo llenan de insultos,
Le escupen … y algo más en ocasiones
Evacuan sin pudor en sus vagones,
Que algún viajero estúpido imagina
Que el billete que adquiere
Fuero le otorga para hacer, si quiere
Del coche una letrina.
¡Tranvía de la Loma! ¿Qué tristeza
Tener aspiración de tren expreso
Y por toda su vida vivir preso
En la línea de Úbeda-Baeza.
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